He visto a Lucy, de Pablo Miravent, dueño de un sentido del humor ácido, posee el extraño atractivo de las confesiones etílicas y narcotizadas de un oriundo de Coronel Suarez, pueblo trístemente célebre por el caso de secuestro y tortura (o triángulo de amor bizarro) entre una periodista; un pastor de una nueva iglesia y una mujer de 33 años. La nouvelle autobiográfica de un joven acechador de mujeres famosas, al borde de la locura, es atrapante y es ideal para leer en verano por su forma verborrágica y ágil.
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